Ambos conceptos nos parecen total y absolutamente semejantes, mas la sinonimia no podría ser más lejana a la realidad en este caso.
Veamos, partiendo de la base de que moralmente todo ser humano es libre podríamos llegar a la conclusión de que la diferencia esencial entre los términos anteriormente citados está marcada por la ética humana.
¿Qué está bien? ¿Qué está mal? ¿Qué criterio es el correcto? Ésa es la cuestión. Aquí tenemos la frontera entre el bien y el mal, el ying y el yang, la libertad y el libertinaje.
Preguntémonos: ¿Cómo somos de libres? ¿Cuándo dejamos de serlo y nuestro anhelo por la misma se excede y se transforma en libertinaje?
Yo podría aquí y ahora fugarme de la casa de mis padres e intentar subsistir en la lejanía, mas… ¿Cómo me buscaría la vida? Obviamente no podría, así pues hablamos de que yo, al igual que el resto de la humanidad en sus respectivos casos estamos indirectamente atados y prisioneros de nuestra realidad. Carecemos de esa libertad de la cual tanto alardeamos y, si nos atrevemos a transgredir los límites de lo que moralmente llamamos libertad, somos acusados de libertinaje.
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